Batalla de Culloden Moor

Tuvo lugar el 16 de abril de 1746 entre la poderosa Inglaterra y el ejército jacobita, que pretendía recuperar el trono de Escocia para el hijo de Jacobo II, Carlos Eduardo Estuardo, conocido también como El Joven Pretendiente o Bonnie Prince Charlie. El ejército jacobita estaba formado por la mayoría de los clanes de las Highlands y en menor medidas de las Lowlands.

Con más voluntad que medios un año antes los jacobitas habían conseguido una gloriosa victoria en Prestonpans, llegando hasta Edimburgo. Esto les envalentonó para seguir luchando y pretendieron invadir Inglaterra, quizá deseando emular las gestas de William Wallace. Jacobitas destacados fueron algunos jefes de clanes, como los Fraser de Lovat, Mc Donald de Keppoch, Mc Donald de Ranald, Mc Leod, Mc Laren o los Mc Donell de Glengarry. Al mando del ejército inglés se encontraba el duque de Cumberland, al que pronto apodarían «el carnicero» por su extremada crueldad.

La lucha tiene lugar en Culloden Moor, al sudeste de Inverness, un lugar de poca vegetación y delimitado por hileras de piedras que separaban las tierras de labor. Hacía frío y viento aquella mañana, y lloviznaba. El Joven Pretendiente no se caracterizó por su pericia al mando de las tropas y quizá debido a la niebla, las dos columnas en que habia dividido a las tropas quedaron separadas desde el principio. Los highlanders, agotados, hambrientos y mal albrigados no contaban con una artillería en buen estado para combatir a los ingleses. Casi todo el clan Mc Donald quedó aniquilado a poco de empezar la batalla. Mientras los montañeses regaban Culloden con su sangre, Carlos Eduardo huyó como un cobarde y anduvo errante seis meses, hasta que Flora Mc Donald le escondión en Skye y le ayudó a escapar a Francia disfrazado de criada. Murió en Roma en 1788, alcoholizado.

Los pocos supervivientes a la batalla y a las posteriores purgas y ejecuciones soportaron la ignominia, la cárcel y la venganaza. La gaita se prohibió, siendo considerada arma de guerra, así como el uso del kilt o el tartán. El propio sistema de clanes quedó abolido y Escocia nunca volvería a ser la misma, ni a resurgir la idea jacobita con la suficiente fuerza.