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Don Francisco de Bobadilla

Don Francisco de Bobadilla es otro de tantos personajes españoles que son desconocidos para el gran público, personajes que de haber sido ingleses o norteamericanos habrían protagonizado libros y películas.

tercios de flandes

Ya hablaremos de capitulación después de muertos

Si por algo se conoce a Francisco de Bobadilla es por la frase «ya hablaremos de capitulación después de muertos», unas palabras que demuestran de qué pasta estaban hechos los hombres que formaban parte de los Tercios, la unidad de infantería más temida de su época.

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Esta frase la pronunció, o al menos se dice que la dijo, el siete de diciembre de 1585, en la Guerra de Flandes o Guerra de los Ochenta Años, conocida así porque en realidad duró nada más y nada menos que ochenta largos años.

La Guerra de Flandes

Como ya hemos visto, el contexto en el que se dijo la frase fue la larga guerra de Flandes, que enfrentó a las diecisiete provincias de los Países Bajos contra el rey de España.

Esta guerra supuso el principio del fin del Imperio Español, pues aparte del prestigio perdido cuando España resultó vencida, hay que tener en cuenta que los ochenta años de hostilidades supusieron la ruina para el país.

Volvamos a Don Francisco de Bobadilla

 

Cuando Don Francisco de Bobadilla dijo la frase estaba en una situación muy complicada como maestre de campo de uno de los Tercios españoles. Los Tercios estaban en la isla de Bommel, hostigados por los holandeses que decidieron que lo más prudente era cercar a los españoles con pequeños barcos, pero sin salir de ellos.

Flandes actual

De ese modo querían que los españoles se rindiesen, pues sabían que eran temibles en el combate cuerpo a cuerpo. Tras cercarlos y dejarlos sin comida, agua o cualquier tipo de asistencia, los holandeses ofrecen una capitulación de lo más honrosa, momento en que se pronuncia la famosa frase que hemos visto antes.

Los holandeses no las tenían todas consigo y por eso decidieron volar todos los diques e inundar la isla. Así, los españoles se tuvieron que refugiar en un pequeño montículo, el cual podría ser bombardeado por la artillería holandesa, matando así a todos los españoles sin resistencia y de forma sencilla.

En eso estaban, cuando de repente uno de los españoles encontró una tabla con la imagen de la Inmaculada Concepción. Lo que sucedió después, lo veremos en otro artículo.