Nacido en año 1746 en el seno de una familia zaragozana de cierta posición, Goya vio sus primeras luces en la pequeña población de Fuendetodos, lugar al que se trasladó su familia, mientras arreglaban su hogar principal.
Terminadas las obras de su casa, el pequeño Francisco y su familia, emprenden el viaje de vuelta a la ciudad de Zaragoza, lugar en el que vivió una plácida infancia. Será allí, donde comenzará a dar sus primeros pasos en el mundo de la pintura de la mano de José Luzán, director de la Academia de Dibujo de la ciudad.
Lugar que abandonó en el año 1763 para viajar a la Corte con la esperanza de obtener una de las codiciadas becas, que concedía la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Algo que, a pesar de sus grandes desvelos, le fue imposible conseguir y que tal solo pudo lograr con sus propios ahorros.
Tras varios años en Italia y un breve paso por Zaragoza, comienza en 1775, la que será considerada como su primera gran época pictórica, la de pintor de cartones para los tapices. Unos cartones, en los que plasma gran cantidad de motivos populares, en los que predomina el colorido y el vitalismo de las clases más populares.
Pero no solo se dedicó a crear cartones para tapices en estos primeros años, ya que dado su buen hacer, consiguió convertirse en un miembro más de la Academia de San Fernando. Un hecho que le ayudo a concentrarse en una de las temáticas que mayor prestigio le reportaron a lo largo de su vida: el retrato.
Un retrato, de corte bastante académico en el que apuesta por composiciones clásicas y en los que comienzan a anunciarse algunos de los rasgos más característicos de su siguiente época, como la pincelada mucho más suelta y la capacidad de reflejar el carácter del personaje en el cuadro.
A partir de 1793, momento en el que tuvo lugar su nombramiento como retratista oficial de la familia del rey Carlos IV, se abre la segunda de las tres grandes etapas de la obra pictórica de Goya. Una etapa se siente mucho más libre para pintar cuanto desee y en la que sus retratos son mucho más vivos y espontáneos.
Viveza que comenzará a declinar a finales del siglo XVIII, a causa de la primera crisis de su enfermedad y que vivirá un nuevo repunte durante la Guerra de la Independencia. Tras ella y con su enfermedad avanzando peligrosamente, comenzará la etapa más oscura y siniestra de su pintura, en la que predominan los fondos oscuros y los temas siniestros que le acompañarán hasta su muerte.