Introducción a la Escultura Egipcia : simbolísmo y frontalidad

Los egipcios se distinguen entre todos los pueblos antiguos del próximo oriente, por haber buscado desde sus inicios, un canon ideal del cuerpo humano. Una vez encontrado éste, lo mantendrán durante siglos, sin que se aprecie ningún cambio de importancia.

Escultura Egipcia : simbolísmo y frontalidad

La escultura egipcia mantendrá a toda costa el rigor de un plano vertical que corta por su centro al cuerpo humano. Cualquiera que sea la posición de la figura, un plano vertical debe cortarla por su eje medio, de delante a atrás.

La espina dorsal, la coronilla, la nariz, la barbilla, el esternón y los órganos reproductores, deben estar fijos en un solo plano, sin desviarse hacia ninguno de los dos lados.

Faraón egipcio

El artista desplaza el objeto, hasta un punto de observación y desde el que se realiza a la misma escala, ensamblaje y diseño de las piezas por el lado más representativo, como será evidente en su pintura y en su relieve.

La línea de los hombros y el ojo están vistos de frente; todo lo demás de perfil, sin ningún asomo de tres cuartos.

La posición del pezón o del ombligo sobre o junto a la línea de contorno responde a esa visión de perfil estricto. Los dos pies muestran en primer plano el dedo gordo.

Los hombres se representan sobre el perfil derecho y se distinguen de las mujeres, porque estas últimas tienen el pie izquierdo algo menos adelantado y se suelen representar paradas, en contraste con los hombres cuya postura se asemeja al caminar.

Relieve egipcio

La mujer lleva un vestido largo, de hombreras más o menos anchas, sin mangas. En la realidad el arranque de las hombreras tenía que encontrarse por encima de los senos.

En los relieves y pinturas se representa un solo seno, de perfil, a veces descubierto del todo, y siempre  sin relación ni con el vestido ni con los hombros.

Una vez que el hombre fue sublimado como canon de medidas universales y módulo de proporciones arquitectónicas, se convirtió en centro del cosmos.

Por apego a sus instituciones tradicionales, el egipcio no renunció del todo a sus dioses teriomorfos, pero empezó a humanizarlos hasta llegar a las hermosas tríadas de Micerinos, donde las Diosas son mujeres de cuerpo entero a quienes el faraón hace partícipes de su propia divinidad.

La impresión que se recibe al contemplarlas, permite comprender hasta qué punto fue lógico y consecuente que cuerpos humanos de formas tan perfectas llegasen a ser considerados como recipientes dignos de contener lo divino.

 

Como siempre, gracias a Esther

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