Hoy en día no hay ciudad ni pequeño pueblo en el que no encontremos un camposanto, pero los cementerios no siempre han estado ahí y de hecho, tener a nuestros familiares descansando en tumbas o panteones bajo lápidas que dejan constancia de su paso este mundo es algo reciente.
Es cierto que desde hace miles de años han existido lugares más o menos especiales en los que los muertos descansaban, pero pocos parecidos a los cementerios actuales.
Los primeros cementerios datan de la época romana
Como tantas otras cosas, los orígenes de los cementerios actuales son romanos. En un principio se tenía la mala costumbre de enterrar a los difuntos en las casas, hasta que la Ley de las Doce Tablas lo prohibió.

Es entonces cuando se empezó a enterrar en el campo, marcando el lugar con una lápida similar a las que se usan ahora en las tumbas.
El cristianismo comienza con los enterramientos dentro de las iglesias
Los cristianos primitivos empezaron a enterrar en lo que se conoce como catacumbas, pero conforme este culto fue admitido y se erigieron algunos cementerios.
A su vez, algunos personajes poderosos comenzaron a enterrarse dentro de los templos, lo que provocó una avalancha de peticiones que hizo que los sepulcros se abriesen en los aledaños de las iglesias.

En el Concilio de Braga del 561 ya se prohibía enterrar dentro de los templos, pero lo que si siguió fue el cementerio pegado al templo, algunos de los cuales han llegado hasta nuestros días en algunas localidades pequeñas.
En 1773 se da la orden de construir cementerios fuera de poblado en España
Hay que esperar hasta una fecha tan tardía como 1773 para que en nuestro país se diese la orden, por parte de Carlos III, de dejar de enterrar en las iglesias y construir cementerios fuera de los cascos urbanos, a la vez que ordenaba que se comenzase de inmediato la construcción de cementerios en las zonas rurales, pues parece que en aquellas fechas en estas zonas las costumbres a la hora de tratar a los cadáveres no eran las más saludables.

Las costumbres no siempre son fáciles de cambiar y en 1804, Carlos IV tuvo que recordar lo dispuesto por su padre, unas órdenes que se fueron sucediendo hasta 1840. Para ese año, a pesar de las órdenes de los sucesivos monarcas alrededor de la mitad de los pueblos de España no contaban con un cementerio fuera de la ciudad.
El cementerio jardín contra el cementerio ornamental
Es el siglo XIX cuando los cementerios ya nos son reconocibles, aunque se crean dos corrientes a la hora de construirlos, como son los cementerios jardín del mundo anglosajón frente a los cementerios “ciudad” del mundo mediterráneo.
Esa diferencia de estilos se puede ver aún hoy, ya que si vamos a Inglaterra veremos cementerios con césped, árboles y plantas en donde la naturaleza es protagonista. Por el contrario, si acudimos a un cementerio español, veremos una pequeña ciudad sin vegetación en la que lo que impera es el mármol y la piedra, dando un aspecto más triste y sobrecogedor.