Gran cultivador del Surrealismo, Dalí es considerado por una gran parte de los críticos de arte y estudiosos del mismo, como una de las figuras más sobresalientes del pasado siglo.
Nacido en la localidad de Figueras a principios del siglo XX, en el seno de una familia acomodada, manifestó desde su más tierna infancia sus grandes aptitudes para la pintura, pintando su primera obra a los 10 años. Tras una visita familiar a Cadaqués, en la que quedó impresionado al descubrir en algunas de las primeras tendencias del arte contemporáneo, como el impresionismo o el puntillismo, su padre decidió apuntarle a clases de dibujo, para que pudiera dar rienda suelta a toda su genialidad.
Tras unos de años aprendiendo los fundamentos del dibujo, en los que su padre expuso orgulloso algunas de sus pequeñas obras, Dalí comienza a pintar diferentes motivos a la aguada y a verse influido por el Futurismo italiano.
Esta época de experimentación, que dura aproximadamente un par de años (1922), se inicia la que podemos considerar como la primera etapa de su pintura. Un período de corte clasicista, en el que da muestras de su exquisita técnica del dibujo y de su gran capacidad de aprendizaje. Etapa que pronto deja atrás, para volver a probar, nuevas teorías del arte como la de los pintores metafísicos italianos o dar sus primeros pasos en 1925 en el Cubismo.
Todo esto pasará a un segundo plano, cuando en 1927 durante un viaje a París, entre en contacto con un pequeño grupo de artistas que se autodenominan surrealistas y que buscan poder expresar a través de la pintura y la escritura, todas aquellas experiencias que se encuentran en su subconsciente. Un encuentro, que transformará por completo toda su obra pictórica y la forma de plasmar tal y como aparecen en su mente sus miedos, inquietudes e ideas más abstractas.
Una forma de pintar, que le acompañó durante el resto de su vida y bajo cuyo influjo realizó algunas de las obras más reconocidas de su dilatada carrera pictórica, en las que suele representar junto a todo tipo de temas salidos de su increíble imaginación, algunos de los aspectos más íntimos de su vida junto a su gran musa, la rusa Gala.
Pero no se centró únicamente en este aspecto de su vida, ya que además de una notable cantidad de cuadros de temática religiosa, también fue un prolífico autor de litografías y muchas otras manifestaciones artísticas, que trascienden el ámbito de la pintura.