A los 3 días de mantener aquella conversación con nuestro benefactor, estábamos en la bodega de aquel barco que nos llevaba al encuentro de Napoleón Bonaparte. La travesía, que se prolongó durante algunas semanas, fue bastante apacible, gracias a los cuidados que nos profesaban los amigos de nuestro nuevo amigo y que nos permitían salir a dar un paseo por la cubierta, amparados en la oscuridad de la noche.
Una mañana, todo parecía decirnos, que estábamos cerca de nuestro destino. El barco, parecía animado por una presencia invisible, que lo hacía navegar a mayor velocidad e incitaba a los soldados y marineros a entonar alegres canciones, con las que parecían acortar la distancia que nos restaba para llegar a tierra.
Al fin, llegamos a nuestro destino y pudimos contemplar con nuestros propios ojos, el mismo paisaje que desde 1815, contemplaba el más grande de los franceses.
Tras unos días de merecido descanso, fuimos conducidos hasta la residencia de Napoleón Bonaparte, para poder conseguir nuestras ansiadas respuestas. En el jardín, nos encontramos con el hombre, que años atrás, quiso dominar Europa, algo más envejecido de lo que imaginábamos, pero con el mismo semblante regio de los cuadros de David.
-Bonjour amis, sé que habéis realizado un viaje muy largo, para hablar con este viejo estorbo, al que todos parecen haber olvidado en Francia. Algún día pagarán cara su ingratitud y se volverán hacia su antiguo emperador para que les salve, pero posiblemente ese día, ya no lo contemplen mis ojos.
-Gracias por recibirnos Monsieur, para nosotros es todo un honor poder conocerle y sobretodo, poder obtener respuestas a nuestras preguntas de forma directa, sin que sus palabras puedan ser manipuladas de ninguna manera.
– Me alegra ver a jóvenes tan entusiastas en el mundo. Dejémonos de tantos preámbulos y pasemos a dar respuestas a vuestros interrogantes.
– ¿Qué le llevó a tomar el poder en 1799?
– (Se mantiene en silencio, mientras parece reflexionar) Un día glorioso aquel ¿no les parece? Podría contarles muchas cosas acerca de ese día, pero no me gusta extenderme demasiado y no quiero aburrirles con mis viejas historias, que puedo plasmar en mis memorias (por las que me gustaría ganar unos cuantos francos). Les diré únicamente, que fue, para sacar a Francia de la terrible decadencia a la que se veía abocada y de la que solo un hombre, con una férrea voluntad podría sacarla.
– Se podría decir que usted estaba en el momento y lugar indicado ¿no?
-Efectivamente joven, en la vida, no todo depende de la estrategia que uno emplee, se necesitan grandes dosis de fortuna para lograr el objetivo deseado.