Laberinto

Dédalo, el creador del laberinto

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Dédalo es conocido por el gran público, únicamente por la terrible muerte de su hijo Ícaro. Una historia bastante trágica que ensombrece la vida de un gran inventor, que hoy os vamos a contar con mucho más detalle.

¿Cuáles son los orígenes de Dédalo?

Nacido en Atenas, era uno de los mejores arquitectos que se podía encontrar en su época y sus soluciones arquitectónicas eran tan celebradas, que su fama rápidamente se expandió por toda Grecia.

Su excesivo orgullo, le causo el destierro de su tan querida Atenas. ¿Cuál es la causa?  La aparición en escena de su sobrino Perdix, el cual había heredado el ingenio de su tío y con el que era capaz de realizar grandes proezas sin demasiado esfuerzo, como por ejemplo la invención de la sierra, imitando una raspa de pescado.

Dédalo, incapaz de soportar que su sobrino, le superase ampliamente en ingenio, engañó al muchacho para subir al Acrópolis y desde allí lo empujó al vacío. Por suerte, la diosa Atenea, detuvo su caída, convirtiendo al desdichado en una perdiz.

Su provechosa y trágica vida en Creta

Desde allí, se traslado a la corte del rey Minos, en Creta, para el cual realizo varios proyectos, entre los que destaca el famoso laberinto que conocemos actualmente, y en el que se encontraba encerrado el Minotauro.

Tras la proeza realizada por Teseo (de la que os hablaremos junto a otras próximamente), el rey Minos dejó de confiar en él y lo encerró junto a Ícaro en una oscura torre, de la que consiguieron escapar.

Para su desgracia, la salida de Creta por mar, se encontraba altamente vigilada por el rey Minos y al ser una isla, no había opciones de huir por tierra, su única salida era el aire. Decidido por esta última opción, fabricó una estructura con plumas de aves, usando para su unión, hilo y cera.

Ícaro

Una vez que comprobaron la resistencia de las alas, comenzaron su huida hacia el lugar más cercano. Aunque  Ícaro de los peligros de volar cerca del sol y del mar, la emoción de verse suspendido en el aire, hizo que en un descuido, se acercara demasiado al ardiente sol, que derritió la cera de sus alas, cayendo sin remedio al mar.

Dédalo por su parte, logró llegar sin ningún contratiempo a Sicilia, lugar donde terminaría apaciblemente sus días.