La fragua del Vulcano

Hefesto, el dios que se casó con Afrodita

Siempre he sentido una debilidad o conexión especial por todos esos personajes históricos o que forman parte de mitos y leyendas, a los que la memoria histórica arrincona sin ninguna razón aparente, dándoles mayor protagonismo a otros, cuya apariencia es mucho más atractiva.

Este es el caso de nuestro protagonista de hoy, Hefesto (al que probablemente muchos de vosotros conozcáis como Vulcano por el cuadro de Velázquez), cuya vida y apariencia física, hacen de él, uno de los dioses menos conocidos del Olimpo.

¿Cuáles son sus orígenes?

A ciencia cierta, no podemos confirmar si se trata, al igual que Atenea, de una concepción única (sin que tengan que intervenir los 2 progenitores) o conjunta. Lo que si conocemos por las fuentes antiguas, es que Hefesto, era hijo de la diosa Hera y que al nacer, era un bebe tan feo, que su propia madre no dudó en lanzarlo desde el monte Olimpo, para deshacerse de él.

A pesar de tan brutal caída, el pequeño Hefesto, consiguió sobrevivir, con algunas secuelas, gracias a la intervención de varias diosas marinas, Tetis y Eurínome, que lo llevaron hasta la isla de Lemnos, donde creció felizmente, hasta convertirse en el mejor artesano de toda Grecia.

Esta habilidad, hizo que los dioses le pidieran volver al Olimpo, algo a lo que Hefesto se negaba, ya que no podía olvidar la humillación por la que tuvo que pasar en su nacimiento y que era causa de su más que evidente cojera.

Pero, nada puede interponerse en la voluntad de los dioses y mucho menos en la de Hera, la cual trazó un plan para llevarse a su hijo de vuelta, con la ayuda de Dionisos, que emborrachó a Hefesto y lo llevó, en contra de su voluntad, al sagrado monte.

Cuando el dios despertó y descubrió el engaño al que había sido sometido, decidió vengarse de su madre, a través de un trono mágico que él había fabricado y del que la diosa era incapaz de levantarse sin su ayuda.

Sintiéndose dominador de su propio destino, impuso las reglas que deberían todos seguir para que se quedara en el Olimpo y entre las que se encontraba su matrimonio con la diosa del amor, Afrodita.

Un matrimonio, que nada tuvo de feliz, ya que Afrodita le era infiel siempre que quería, incluso con su propio hermano, el dios de la guerra Ares, al que atrapó en una red, junto a su adultera esposa, para que todos pudieran contemplar su reprobable acto.